HERENCIA VIVA
Este país con recursos potenciales inmensos, aún no puede dar a sus habitantes otro lema que este: « si aún estás vivo mañana, habrás ganado una batalla ». Al noroeste de América del Sur entre el Océano Pacífico y el mar de las Antillas, con sus cadenas de montañas y su selva, la antigua Nueva Granada de los conquistadores españoles aún busca su equilibrio. En el norte la Sierra Nevada de Santa Marta culmina a una altura máxima de 5 775 metros. En la montaña, donde la roca aparece como las ruinas de un paisaje devastado, los lagos glaciares solamente reflejan el cielo. Al pie de las altas cadenas, la geografía acaba en lagunas por el delta del río Magdalena en la costa caribeña. Todos los paisajes de América latina están aquí aglutinados: el austero y frío dominio de las sierras, las playas del litoral, la selva amazónica, las extensas llanuras tórridas del este, las ciudades coloniales adormecidas bajo las nubes deshilachadas y las grandes aglomeraciones industriales.
Los colombianos no carecen de humor y nunca se toman en serio los acontecimientos que van sucediendo, como lo recuerda Doña MERCEDES : « Cuando Dios creó Colombia, la colmó de dotes y favores : llanuras cálidas y fértiles, montañas aceradas, orillas resplandecientes. Luego escondió en su subsuelo metales preciosos. ¡Entonces, lleno de escrúpulos de haber demasiado favorecido esta tierra, quiso corregir su obra y la pobló de Colombianos! ».
Colombia también es un mosaico de cuarenta y cuatro millones de habitantes. De ahí nace una diversidad de facciones: nariz aquilina y orgullosa de los conquistadores castellanos, aristócratas de sangre ibérica cultivando la herencia española, jinetes de los Andes de ojos oblicuos, Indios de la selva o de las montañas, sombrías « palanqueras » descendientes de los esclavos africanos vestidos de trajes coloridos, contoneándose por las calles de Cartagena de Indias.
La música colombiana está profundamente impregnada de ritmos latinos, heredados de los esclavos arrancados a las costas africanas, tales como los ritmos endiablados de las « cumbias » y de las « papayeras ». Aquí se mezclan los ecos violentos de los tambores « yorubas », de las « marimbuelas mendingues ». Entonces, se desprenden las lancinantes melopeyas de las polifonías « bantúes », destinadas a despertar los espíritus del agua y de la selva. De sus múltiples orígenes, ha conservado un gusto desmesurado por los carnavales y los bailes populares. La compañía nacional de danzas folclóricas « Herencia Viva » usa de ello, así como de la fabulosa riqueza de sus trajes. En resumen, los colombianos no son ajenos a las contradicciones: incluso fuera de carnaval, los colombianos negros o mestizos se embadurnan de harina para parecer blancos.
Según Gabriel GARCIA MARQUEZ, premio Nobel de literatura: « La ilusión no se come, pero alimenta ». Esto corresponde perfectamente a este grupo que llega de Bogotá, la capital, cuyo nombre « Herencia viva » dice mucho de la posición de este país en Sudamérica.